Hay quien busca maridos parecidos a los propios padres. O quizás no es que los busca, sino que los encuentra. En el caso de buenos padres y buenos maridos esa semejanza debería ser una señal de orgullo, quiero decir, ser tomada como un cumplido por los involucrados.
Yo entro en ese grupo, sin duda. Mi padre y mi marido tienen bastantes cosas en común. En algunas cosas mi marido puede ser una versión mejorada; en otras, una especie totalmente diferente de mi padre. Lo cual está muy bien, porque cada uno es muy bueno en sí mismo.
Todo esto para decir que mi padre me ha corregido las apreciaciones del post anterior y me manda fotos más precisas de lo que serían verdaderos pamperos en el río.
Así, esta foto previa y la siguiente son de un frente tormentoso que atravesaron en un cruce a Colonia, Uruguay. Que sin duda es mucho más atemorizante que el de las imágenes publicadas antes.
Y este que viene ahora, sí es un pampero, me dice.
Es en la costa uruguaya, puerto de Sauce, cerca de las 10 de la mañana.
Por suerte estaban al reparo y bien fondeados y no en medio del río cuando pasó esta tormenta.
No sé qué habrá pasado entre la mañana que se ve allí y la noche, pero lo genial es que parece que a eso de las 8 PM, el cielo se veía espectacular.
Un gran atardecer bien vale un pampero, podría decir Enrique de Navarra, ¿no?