"que el melancólico se mueva a risa
y el risueño la acreciente..."
(Quijote, I , Prólogo)
"Yo he dado en don Quijote pasatiempo
Al pecho melancólico y mohíno"
(Viaje del Parnaso, IV, 22-24)
El miércoles empezó como un día deprimente. La oscuridad del día, el frío y las claras señales de que llovería deben haber contribuido bastante a la plomiza melancolía que tanto se sentía. Bueno, que YO sentía.
La insistencia de Clea al menos me hizo salir de casa para la presentación en Buenos Aires del Festival Cervantino de Azul.
La presentación en sí, por más bien hecha que estuvo y por más colorido programa de actividades artísticas que anunciaron, no fue de todas formas el mejor aliciente para pensar que había tenido sentido ir allí.
Nuestro grupo cervantino va a la ciudad de Azul desde hace unos años a participar de las jornadas académicas que tienen un mínimo espacio en el gran festival. De hecho en la presentación del miércoles apenas se nombraron: ¿a quién pueden interesarle mucho?
Sin embargo la energía de la gente de Azul algo nos contagió porque se les ve muchas ganas y mucho orgullo por la nueva identidad que cobró la ciudad desde que se empezó a difundir el tesoro que tenía la biblioteca del Dr. Ronco.
Algunos anaqueles de la Casa Ronco, la gran colección cervantina de Azul. |
Si hay algo que creo yo que se nos contagia a los amantes de Cervantes es el entusiasmo, aunque veamos que todavía queda mucho por hacer... Y aquí viene la magia transformadora porque ¿qué mejor aliciente que pensar que podemos contribuir en algo para que ese entusiasmo se llene de más contenido? ¿Qué importa si lo académico despierta poco interés en los azuleños? Lo que cuenta es que quieran hacer de su ciudad una ciudad cervantina y en esto, dejando de la lado la "seriedad" académica, creemos que podemos ayudar. Nada hay que nos guste más que mostrar las magias de Cervantes, ganarle admiradores verdaderos, no los que aprecian sólo la fachada por el nombre ilustre con que han investido a don Miguel (que mucho se podría reír de su actual situación).
Al terminar la presentación, con una tarde mucho más lluviosa y de clima aún más melancólico, salimos con Alicia y Clea por las calles de Balvanera para terminar en Belgrano con el ánimo ya bien distinto. El viaje transformador en un subte D atestado de gente, y las múltiples ideas con el que lo fuimos amenizando, marcó toda la diferencia (hasta hubo otra pasajera que antes de bajarse pidió permiso para acercarnos su propuesta porque, según dijo, no pudo dejar de escucharnos e interesarse en nuestra ardiente charla, ¡JA!).
Por fin, en esa confitería enorme de Av. Cabildo que copia al Chrysler Building, con Clea imaginamos hazañas, no diré que quijotescas, pero sí llenas para nosotras de exultante vitalidad. Sería fantástico ayudar a sembrar un poco más de espíritu cervantino en el medio de La Pampa. Que Cervantes y el Quijote no sean solamente nombres, que se conozcan bien y se disfruten mucho. Que haya entonces una ciudad que le otorgue un lugar excepcional a la imaginación, a la lectura, a la ficción y a esa idea de que el arte se entremezcla en la vida para transformarla, irremediablemente.