Viendo fotos viejas, que mi madre guarda con desastroso celo, me puse a pensar cuántos barcos estuvieron dando vueltas por la vida de mi familia.
En un principio habrá habido barcos que trajeron a mis bisabuelos o tatarabuelos desde Europa hasta aquí. Pero de eso no hay registro fotográfico, al menos que yo sepa.
Luego están los barcos de los viajes de placer.
(Mis abuelos maternos y mi tía, 1938)
Me encantan esas fotos por la elegancia que transmiten y que yo agrando en mi imaginación porque no logro comprender del todo cómo será eso de pasarse varios días o hasta un par de semanas a bordo de un barco-hotel (y eso que de chica vi todos los capítulos del
Crucero del Amor, pero por suerte esos barcos de mis abuelos no se le parecen).
Los únicos "cruceros" que yo hice fueron en veleros de no más de 9 metros de eslora.
Muy deportivo,
lleno de aventuras,
en contacto directo con la naturaleza...
e
incomodísimo, si quieren mi sincera opinión.
Y eso que ni menciono el "olor a barco" que me da náuseas desde que tengo uso de razón...
Los destinos eran tan esplendorosos como el Delta del Paraná,
(Amarrado al muelle de este recreo del Delta y casi tapado por él, está el Corsario II, nuestro primer velero.)
o la costa de Uruguay.
(Colonia, Uruguay, el protagonista de esta foto es Cacho, nuestro perro más feo y más querido)
Envidio a mis padres que lo pasan genial en esos viajes que siguen haciendo juntos, descubriendo o redescubriendo lugares increíbles.
Me encantaría que no me incomodara la incomodidad, pero es como pedirle peras al olmo.
No digo que no pueda disfrutar momentos náuticos, que sí lo hago y entiendo bien el gesto de plenitud de mi abuela paterna en esta foto, posando como diva de los años dorados del cine.
Es que las velas, el viento y el agua, cuando están mansos –y a una no la hacen trabajar– son puro placer. Pero la vida en un barco pequeño, bueno... ¡eso ya es otra cosa!
Mi hermano, este verano europeo, también estuvo de crucero. Ya más adulto y con más comprensión del mundo de lo que aquí mostraba, o eso espero...
Un
crucero que iba de San Petersburgo a Moscú o viceversa, que es lo mismo. Total, la cosa es que hizo varias veces el viaje, porque tampoco logró ir completamente de pasajero como iban nuestros abuelos. Él y su mujer, pianista, fueron contratados, ¿se ofenderán si digo
"como número vivo"? no sé, mejor no lo digo. Fueron como artistas, entonces, para que él cante y ella acompañe con el piano, amenizando las veladas de los pasajeros que sí pagaron su boleto.
Nosotros creo que los últimos viajes en "barco" pagado (es decir no en el
Inquieto, el tercer hijo de mi padre) fueron éstos.
(en Mendoza, Argentina)
(en Florianopolis, Brasil)
No compiten en glamour con los viajes de mis abuelos, me temo.