…si lo que es más preciado se esconde y lo más vil se deja expuesto,
¿acaso no es evidente que la sabiduría que se prohíbe ocultar es más vil que la locura que se manda esconder?
Erasmo, Elogio de la Locura

31 jul 2010

Águilas y tortugas

Antes aun de conocer la fábula de la tortuga y el águila; antes de descubrir los emblemas que la usan para exprimir sus conceptos, conocí como tantos la sensación de ser una tortuga lanzada desde aire por una magnífica águila.


(Copio aquí la fábula según aparece en la edición de Gredos -cortesía de Aaoiue ¡gracias!
Existen versiones diferentes, pero lo esencial no cambia)



No es raro, creo yo, sentir ese golpe de realidad cuando uno se avergüenza o se ve ridículo por haber fallado en la pretensión de cosas tal vez absurdas o inalcanzables. Confieso que en mi caso esto sobreviene después de algún raro momento de confianza, visto luego –con ojos más claros– como un soberbio viaje por los aires que culmina indefectiblemente en estrepitoso desengaño.


Juan de Borja, Empresas morales (1581-1680)


El otro día alguien me insistía en que debería cambiar el enfoque de este intríngulis mental que me obsesiona. Me decía que es necesario apreciar el valor mismo de la tortuga. Es cierto, longeva, sabia y autosuficiente, la tortuga no deja de ser un animal con positivas simbologías en tantísimas culturas como se aprecia en las tres páginas que le dedica el Diccionario de los símbolos de Chevalier y Gheerbrant (me encantaría copiar aquí algunas de sus definiciones, pero esto se haría largo y pesado... como el andar de la tortuga). 


Tortuga con cabeza de dragón. - Foto de El símbolo de la tortuga 

El asunto, en definitiva, es que el águila no podría acceder jamás a muchas de las cualidades de la tortuga. De modo que no tiene nada de malo -sino más bien de muy sano- que la tortuga busque ser tortuga en lugar de andar queriendo lo que no tiene.


Sé bien que, al fin y al cabo, no pretenden otra cosa la fábula o los emblemas. Es decir, que cada uno acepte lo que es y valore lo propio. Pero no dejaba yo de ver esto como un conformismo mediocre, una mengua en las aspiraciones supuestamente infinitas de todo hombre como nos enseñaba Pico della Mirandola en su Oratio

Conociéndome, no es extraño que me vea siempre como una tortuga olvidada de sí, que menosprecia el poder que se le ha dado o la bendición que supone llevar todo consigo y necesitar poco más del exterior para subsistir.


Pero quién sabe si podré sacarme de la cabeza esta estúpida idea de pensar el mundo en escalafones (hay cosas que uno detesta y no comparte, y sin embargo no dejan de formar parte del subconsciente). El otro interrogante es cómo se hace para estar feliz siendo tortuga -o lo que sea- sin perder por eso las aspiraciones de vuelo.

27 jul 2010

Monumento



El Monumento a la Bandera es el emblema de la ciudad de Rosario, fue construido para conmemorar la creación de la bandera argentina por Manuel Belgrano en las barrancas del río Paraná el 27 de febrero de 1812 durante las guerras de independencia.

Billete de 10 Pesos - Con la efigie de Belgrano y el monumento a la bandera.


Entre 1939 y 1940 se llamó a un concurso nacional en el cual se presentaron 12 anteproyectos. El de los arquitectos Alejandro Bustillo y Ángel Francisco Guido junto con los escultores Alfredo Bigatti y José Fioravanti resultó ganador.

A diferencia de las columnas en el Parque de España, este monumento sí que tiene una simbología equilibrada y hecha pública. Sus creadores presentaron el proyecto al concurso con esta explicación:
La obra en su conjunto simboliza la nave de la Patria surcando las aguas del mar de la eternidad en procura de un destino glorioso. A través de los diferentes conjuntos escultóricos se representan valores económicos, espirituales, históricos, geográficos y telúricos de nuestra nación.
A mí siempre me gustó su pureza de líneas y el tamaño sobrecogedor del monumento, además del emplazamiento inmejorable al borde de la ciudad mirando al río.

La sección principal quiere ser la proa de la "nave de la patria" que hiende las aguas del destino, personificadas a uno y otro lado como dos colosos: el Océano Atlántico y el río Paraná.




La torre es lo mas destacado, como el mástil donde se enarbola la bandera. Es visita obligada subir a su mirador para ver la ciudad y las islas desde lo alto. Desde aquí se puede hacer una visita virtual que comienza en el mirador para que puedan apreciar la vista y luego recorrer los distintos espacios del monumento (vale la pena entrar y si lo desean, pueden seguir paseando por Rosario con las opciones que se dan en la barra del costado).

Por detrás de la torre, la escultura de la Madre Patria.




Y luego el imponente Patio Cívico, con la escalinata y el Propileo.






Creo que tengo recuerdos de la impresión que me causó esta llama votiva al soldado desconocido que está entre las columnas, aunque no sé en qué momento del principio de los '70 habré visitado Rosario; sólo tengo claro recuerdo de haber pasado por allí en la Semana Santa de 1987 (mientras escuchábamos por la radio las noticias sobre el alzamiento militar liderado por Aldo Rico) y finalmente las famosas palabras de Raúl Alfonsín "Felices Pascuas, la casa está en orden".




Esto parece un texto de guía turística, lo sé. Esperemos que quienes ronden por aquí sepan disculpar.



20 jul 2010

Amigos

Buscaba imágenes para mandar una tarjeta por el día del amigo y como otras veces volví a caer en Xul Solar. Este cuadro me pareció perfecto.

 Kon mil per prayn to yu - 1962 

Todos diferentes, pero juntos.


¡Feliz día del amigo!

19 jul 2010

–¡Heráldico estás! –Es que no como...



En Rosario a orillas del río Paraná, la preciosa costanera recuperada para la ciudad hace pocos años.




Estas escalinatas rojas a mí me recuerdan –por la forma– a las pirámides de Centro América y –por el color– a los ríos barrosos (dicho con todo cariño) que andan vagando por esta región de América del Sur.

Pero unas columnas dóricas se yerguen inmotivadas y sorpresivas entre medio de las escalinatas. Los rosarinos que nos llevan de paseo, tampoco les encuentran sentido. 



Todo se aclara con los nombres. La nominación que nos ordena y tranquiliza (a veces). Estamos en el Parque de España y esas columnas habrán sido pensadas por un proyectista con veleidades simbólicas para sembrar el escudo de España con sus famosas columnas de Hércules a orillas del Paraná.



Todavía no me decido. ¿Diré que deberían haber explicado mejor aquel simbolismo o que es bueno mantener en el misterio ciertos detalles y dejar que los ocasionales paseantes disfruten mejor el triunfo del hallazgo?


11 jul 2010

Volverán a su forma verdadera

Volverán a su forma verdadera
cuando vieren con presta diligencia
derribar los soberbios levantados,
y alzar a los humildes abatidos
por mano poderosa para hacerlo.

(Profecía de la bruja, en la versión de Cipión. 
Cervantes, Coloquio de los perros, 1613)


Cuesta reconocerlo, da vergüenza decirlo, pero debo confesar que mi hogar es campo de batalla: hay que hablar de la violencia doméstica y dejar de ocultarla.

Recordarán los que se dieron antes una vuelta por este rincón la cara de esta tierna e indefensa gatita.


Yin-yang, la bautizamos, aunque suele ser siempre "Mish", "la gata" o, a lo sumo, Yin. Es calentita, suave y peluda, como Platero y ronronea a veces tan fuerte que no te deja oír nada más.

Éste es nuestro mastín, Chiqui (nombre idiota si los hay, pero es el único en el que se pusieron de acuerdo mis hijas cuando lo trajimos hace casi cuatro años). Dueño de casa celoso de su espacio, ladrador en demasía, por momentos. Sabe hacer fiestas o ladrar según corresponda. Sus elecciones son curiosas: a veces es un misterio por qué gruñe a unos o pide cariño de otros. A veces no. Bullicioso, entonces, pero inteligente y de corazón noble.


Aunque Yin creció mucho, a su lado sigue siendo una ínfima bola de pelos. Y Chiqui, una oveja-perro rulienta, especialmente cuando en el invierno le dejamos el pelo largo.


Era esperable un cierto enfrentamiento, una lucha de titanes entre las dos mascotas. La nueva y la antigua. La gata y el perro. Tenían todo para llevarse mal.

Pero no, a nuestro perro le encantan los gatos. Hasta que hace unas semanas empezó el conflicto. ¿Qué resultado podía tener la batalla entre el gigante y la minúscula?



Tal vez el mastín pensó que podía hacer con ella lo que quisiera. Ignorarla, molestarla o hasta bailar un tango.



Pero ni las féminas ni los infantes vienen tan dóciles como antes (¡si lo sabré yo!). Cuanto menos si son gatas.



El pobre cordero se encontró con un pequeño león. Con alguien que, como dice mi amiga X "no sabe la edad que tiene"; ésta no sabe el tamaño que tiene.



Aunque, la verdad, no parece que el tamaño importe aquí.



El ataque es la mejor defensa.



Tomar al oponente por sorpresa y no amedrentarse por nada.



Así se logrará que el enemigo nos tema y trate de ocultarse pasando desapercibido.



Pero un guerrero sagaz, siempre encuentra a su objetivo.


En fin, las cosas no están muy bien para el pobre Chiqui. Hay aquí una indudable ganadora, dueña constante de la situación.



Es tal vez lo que pasa con los de doble cara. Su costado amable y aspecto bondadoso



esconde oscuras intenciones y un alma no del todo beatífica.


Llegará el tiempo, empero, en que los humildes serán levantados y los soberbios humillados. ¿O será que este caso demuestra que aquel tiempo ya ha llegado?

3 jul 2010

Rota barquilla mía

Hay fobias para todos los gustos. Conozco –más que bien– a algún hombre valiente y práctico que pierde toda compostura ante la aparición de una cucaracha o insecto semejante. Todos sabemos también de alquien que no puede subirse a un avión. Sin hablar ya de casos extremos como aquellos a quienes les resulta imposible salir de sus casas. O ejemplos ridículos como los que no pueden aguantar ver unos cordones desatados. 

Claro, niveles hay muchos, y desde ya que estoy mezclando simples miedos o desagrados con impedimentos patológicos... Todo para contar cuál es mi propia fobia personal (en respuesta a posibles objeciones de algunas personas cercanas que podrían osar decir con tono burlón "¿sólo UNA?" aclaro que los demás son miedos racionales, objetivos y absolutamente necesarios; que no todos los compartan, habla únicamente de su ignorancia y descuido).

El paseo del último sábado por el río Luján, me deparó –además de casas señoriales, clubes de remo y vegetación salvaje del Delta– el desafío de enfrentarme con mi fobia: los barcos hundidos. 




Es bastante incomprensible que se arruine tanto el paisaje isleño con estos cacharros que además deben costar sus buenos pesos. ¿No sería posible desarmarlos, fundirlos o arreglarlos, en todo caso, para que sigan su vida sin atormentarme?



Nunca supe por qué me dan tanto escozor los barcos hundidos. Lo mismo me pasa con imágenes de tormentas en el mar y naufragios (desde ya que nunca pude ver Titanic; y La tormenta perfecta podría ser para mí el instrumento perfecto de tortura psicológica). 

Hace poco me dijeron que este miedo era un "trauma de vida pasada" porque había muerto en un naufragio alguna vez.... [Encogimiento de hombros y levantamiento de cejas]. Pero bueno, si eso pudiera ser cierto, casi que lo preferiría, porque siempre temí que se tratara más bien una premonición del futuro y que así terminaría mis días: en medio del sonido y la furia de un mar embravecido. Ya les contaré quién estaba en lo cierto o más bien se enterarán por mi obituario, si hay quién lo escriba. 


Es evidente que tengo un temor a ahogarme que pasa lo racional. Pero eso no me impide adorar el mar y querer zambullirme en cualquier charco de agua que se me ponga delante. Tampoco me impide salir a navegar regularmente. Así que no es la mía una fobia incapacitante. Pero no podría dedicarme a hacer una película sobre un barco hundido como mi amigo Santiago (por más que sea en Tierra del Fuego y me prometan un menú a base de centolla).

Me parece entonces que este asunto que tengo con los barcos viejos y abandonados puede interpretarse de manera metafísica o metafórica (si no es acaso lo mismo, como podría decir Borges). Enfrentarme a ellos, más aún si son muy grandes, es enfrentarme a la pequeñez y fragilidad de la propia vida.



Rota barquilla mía, (que arrojada
de tanta envidia y amistad fingida,
de mi paciencia por el mar regida
con remos de mi pluma y de mi espada,

una sin corte y otra mal cortada),
conservaste las fuerzas de la vida,
entre los puertos del favor rompida,
y entre las esperanzas quebrantada; 

sigue tu estrella en tantos desengaños;
que quien no los creyó sin duda es loco,
ni hay enemigo vil ni amigo cierto.

Pues has pasado los mejores años,
ya para lo que queda, pues es poco,
ni temas a la mar, ni esperes puerto.

Lope de Vega (Rimas humanas, 1609)