Mezclas extrañas, desordenadas y estruendosas.
Llegamos sobre la hora a la antigua estancia jesuítica de Santa Catalina una de las más grandes en las cercanías de Córdoba capital. Ya terminaba el horario de visita y nos quedamos afuera sin poder recorrerla, espiamos lo que pudimos. Los chicos tenían hambre y estaban "cansados de visitar iglesias".
Una de las cosas que llamó nuestra atención era el alboroto que armaban montones de cotorritas. Sus nidos entretejidos en unas araucarias (creo que no del tipo araucano o patagónico…) podían ser buen ejemplo de esos sincretismos a los que los jesuitas fueron tan afectos. Cotorras anidadas en araucarias en tierras que fueron jesuíticas.
Siempre me gustaron las cotorritas y sus nidos, pero nunca había tenido un zoom para verlos de cerca (y un marido a mano y resignado a fotografiar casi cada cosa sobre la que digo “¡Qué lindo!” –que es mi frase en clave para decir “¡Sacá una foto de eso!”).
Sus nidos son muy divertidos. "Propiamente un conventillo", como diría Catita. No es casual que otro nombre para llamar a las cotorras sea "catitas", son bastante parecidas al personaje de Niní Marshall: alborotadoras, vistosas e intrépidas. Y muy contentas con ellas mismas, I might add.
Aquí se ve de cerca un nido conventillo.
Hay que ver cuántas cotorras que caben ahí adentro.
Dos salen volando quién sabe por qué
y una pobrecita se queda sola…