Íbamos a ver la salida de la Fragata Libertad desde el río. Como todos los años, ayer partía para su viaje anual de instrucción (cada vez los viajes son más cortos pero esa es otra historia). Mis padres habían estado allí en otras salidas y sus relatos nos tentaron.
Todos a bordo entonces en la mañana del sábado para llegar a tiempo desde San Isidro a Puerto Nuevo, a la altura del centro de Buenos Aires. Calculábamos unas dos o tres horas de viaje.
foto Telam |
¿De qué manera podríamos decir que partió la Fragata Libertad? ¿Qué dejó? ¿Cómo lo hizo? ¡Quién sabe!
Por estas cosas que tiene el Río de la Plata –especialmente su lecho de barro y las consabidas fluctuaciones en la altura de sus aguas nunca demasiado profundas– el barco de mi padre quedó detenido antes de la primera hora de viaje. Varado, indefectiblemente varado. De libertad, nada de nada.
Consolaba saber que no éramos los únicos, alrededor iban cayendo como moscas más y más compañeros de desdichas que no podían avanzar por los escasos 1,5 / 1,3 metros que tenía el nivel del agua por esa zona.
Al principio, pensamos que la marea cambiaría en poco tiempo (que no moriríamos frente a las costas de Olivos, como temía Cande, nuestra hija menor, con su notable espíritu "aventurero") y que en una hora estaríamos siguiendo nuestro rumbo al oeste. Pero no, la pleamar se tomó su tiempo.
Casi cinco horas estuvimos allí. Viendo este paisaje. Una y otra vez. Lo bueno es que las nubes cambian y los barcos que calaban menos, los windsurfistas y las lanchas pasaban para entretenernos. No fue tan terrible: teníamos comida, el día estaba agradable y, a pesar del espacio reducido, la convivencia familiar fue llevadera.
Por suerte, Cande nos hizo un dibujo (en el revés de la caja que transportó la comida). No creo que otra fragata pueda haber sido más linda.
La fragata, según lo que Cande esperaba ver. |
Pero ella misma votó por la de su padre, que le mostró las velas cuadradas que veríamos (todavía había esperanzas en ese momento), las copió enseguida con más gracia.
A la derecha, la fragata de Diego, la crítica de Cande y sus dos versiones posteriores. |
Ah, y ésta soy yo...
¡Ja!