Hay señales que son comprendidas por todos y que tienen un elocuente poder de convicción. Como ésta que advierte sobre el peligro del piso mojado en un complejo de aguas termales en Daymán, Uruguay.
(Al ver esa imagen uno teme, más que romperse la cabeza, un brazo o la cadera, el espectáculo ridículo que podría ofrecer antes de aterrizar en el piso).
Pero hay otros carteles que resultan más oscuros. Formarán parte de la señalética vial de un país determinado, pero a veces se necesita ser un trujamán para descifrarlos. Bueno, quizás esté exagerando. Es verdad que nos dimos cuenta -después de varios vistos de pasada en la ruta- de que indicaban un lugar turístico; ¿pero cómo se supone que uno debe decodificar todos y cada uno de sus elementos?
Un misterio, si alguien lo sabe, nos encantará que nos ilumine. Por lo que recordamos, en todos los carteles aparecían esos mismos elementos: una casa, una línea curva, un adulto con un niño (¿o un enano?) y una bicicleta.
A mí me hacían acordar a los jeroglíficos renacentistas, esa moda furiosa de los humanistas de copiar lo que, hasta Champollion, se entendía que era el funcionamiento de los jeroglíficos egipcios: sabiduría ancestral representada en imágenes simbólicas. Como los que aparecen en el
Sueño de Polifilo (o
Hypnerotomachia Polifilii según su título original), el ejemplo que siempre se da para mostrar la extravagancia renacentista en este terreno.
Se supone que estas dos inscripciones con imágenes quieren decir "La paciencia es ornato y protección de la vida" y "Siempre apresúrate despacio". Evidente, ¿no?
Addenda
Jesús nos habló de unos carteles en Badajoz bien curiosos también.
Véanlos. Pavos reales y cuatro idiomas ¿en cuál de ellos hablarán los pavos?