Que nuestras navidades en días calurosos, largos y llenos de sol del hemisferio sur mantengan la imaginería y hasta muchas costumbres importadas del hemisferio norte es, cuanto menos, extraño. Por no decir ridículo y hasta delirante.
Estamos tan acostumbrados que casi no lo notamos, es como algo naturalizado sobre lo que ni se piensa.
Así es que nuestros chicos tardan en descubrir que toda la nieve, trineos y personajes abrigados que pueblan la ciudad por estas fechas sólo se explican por lo que se está viviendo en la otra parte del mundo y que aquí son sólo una pose. O una campaña de marketing envuelta en un halo de tradición, porque con la fiesta religiosa tampoco tienen nada que ver…
Pero no importa, nieve por todos lados, navidad viene escrita con copos de nieve y hombres barbudos abrugadísimos en todos los negocios de la ciudad, aunque nos estemos calcinando a 35ºC y lo que se vendan sean bikinis, ojotas y juguetes de playa.
Lo mismo pasa con tantas lucecitas blancas y de colores que quedan muy lindas adornando balcones, techos y calles, pero que aquí recién empiezan a notarse y lucirse después de las 8 de la noche, cuando cae el sol.
Sin duda que la costumbre de poner velas y
luces de colores debe ayudar a sobrellevar las largas noches de invierno, que
aquí también tenemos, claro, pero en el momento normal y adecuado para el
invierno que –como todos saben– es a mitad del año: junio, julio, agosto…
¿Cómo
a alguien se le puede ocurrir poner el invierno a fin de año, justo cuando uno se
está preparando para el solcito y se empiezan a vender jazmines en las florerías?
¿No es el mundo una locura?
En fin, no es que me quiera hacer la nac&pop justo ahora (¡Dios me libre!), ni quiera negar el antiguo simbolismo del tradicional árbol navideño, pero cuando veo estos ceibos floridos de combinación cromática tan europeamente navideña, no puedo dejar de pensar que serían un buen adorno para nuestras fiestas rioplatenses.
Bien coloridos y más autóctonos (y auténticos) que esos pinos plásticos colmados de brillos y adornos artificiales.
Así es que, como regalo de fin de año, me gustaría compartir una receta infantil, quiero decir algo que me enseñaron de chica y en lo que pienso cada vez que veo una flor de ceibo: los patitos de ceibo. Aquí van, paso a paso.
Se toma una flor de ceibo, se le saca la vaina y ya queda listo el cuerpo y la cabeza del patito.
Luego se divide la vaina para formar las alas. A los costados del cuerpo se hacen dos incisiones (la uña del pulgar es el instrumento perfecto).
Se colocan las dos partes de la vaina como alas y queda ya listo un lindo patito
que sabe flotar muy bien en aguas tranquilas y sirve para hacer carreras en aguas más movidas.
El ángulo y lugar exacto donde se coloquen las alas permite cambiar el aspecto y personalidad de nuestra criatura.
Ahora que lo pienso también podrían ser tortugas marinas ...
Sea como fuere, patito o tortuga, al fin y al cabo, quería que estas imágenes me sirvan para desear a todos una feliz Navidad, con calor, frío, plástico, ceibos o el adorno y la compañía que más los ponga felices.
¡Paz y amor, amistad y salud, y todos los mejores deseos para estas fiestas!