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Estación José Hernández Línea D |
En la estación de subte que tenemos cerca de casa vi el otro día este cartel de American Express. Cumplió bien su cometido publicitario porque el impacto fue inmediato y me quedé pensando en él durante todo el trayecto hasta el centro.
"Todo el mundo es un escenario. No sea un extra." Retoma el tópico del mundo como un teatro que, si bien es de origen más antiguo, durante el Barroco fue cuando tuvo su mayor éxito y alcanzó a penetrar en las mentalidades de la época de manera generalizada.
Primero me llamó la atención que la publicidad hablara de "escenario" y no de "teatro" que es como más se difundió la metáfora en castellano (por ejemplo en el famoso auto sacramental de Calderón).* Pero después recordé una de las formas en que la recreó Shakespeare y sucumbí ante la evidencia de que vivimos en un mundo globalizado... por el inglés. No es que me disguste que se difundan en las lenguas que sean los versos de Shakespeare y que las hagamos nuestras, que se nos metan en la piel y en el idioma. Desde ya que no, pero es al menos digno de mención y algo sobre lo que hay mucho por decir.
Las mejores traducciones de As You Like It, de donde sale la frase "All the world's a stage", prefieren "Todo el mundo es un teatro". El tópico se conocía en latín como theatrum mundi, no hay vueltas sobre eso. Los versos con que comienza el monólogo de Jacques dicen:
All the world's a stage,
And all the men and women merely players;
They have their exits and their entrances,
And one man in his time plays many parts,
His acts being seven ages... (II, 7)
Pero es evidente que "escenario" condice perfectamente con las ideas de nuestra sociedad de consumo, que valora tanto las apariencias, el estar en la vidriera, o mejor, bajo el foco de todas las miradas (no importa simplemente el teatro en sentido global, sino el escenario mismo; podio o cadalso).
De todas formas, lo que más me llamó la atención es la enorme diferencia entre el concepto que transmite la publicidad y el que floreció en la sociedad del siglo XVII. Se trata de un giro de 180º y está bien que así sea, otra vez: no critico, sólo señalo peculiaridades.
En las manifestaciones de aquella época el "teatro del mundo" llamaba a reconocer que no éramos más que actores en una obra, nuestras posiciones sociales no eran más que accidentales. A uno le tocaba hacer de rey, a otro de soldado, a otro de rico, a otro de pobre... Pero cuando terminaba la representación, es decir, cuando llegaba la muerte, todos bajábamos del escenario, nos despojábamos de nuestros vestuarios y eramos iguales. Unos y otros iguales. Para el aplauso, que era el cielo y la salvación del alma, sólo importaba lo bien que habíamos representado el papel, pero de nada iban a servirnos las glorias y riquezas pasadas, que al fin y al cabo no eran más que engaños.
Así lo decía don Quijote charlando con Sancho (para elegir un ejemplo entre los más cercanos):
[…] dime: ¿no has visto tú representar alguna comedia adonde se introducen reyes, emperadores y pontífices, caballeros, damas y otros diversos personajes? Uno hace el rufián, otro el embustero, este el mercader, aquel el soldado, otro el simple discreto, otro el enamorado simple; y acabada la comedia y desnudándose de los vestidos della, quedan todos los recitantes iguales.
—Sí he visto —respondió Sancho.
—Pues lo mesmo —dijo don Quijote— acontece en la comedia y trato deste mundo, donde unos hacen los emperadores, otros los pontífices, y finalmente todas cuantas figuras se pueden introducir en una comedia; pero en llegando al fin, que es cuando se acaba la vida, a todos les quita la muerte las ropas que los diferenciaban, y quedan iguales en la sepultura.
—Brava comparación —dijo Sancho—, aunque no tan nueva, que yo no la haya oído muchas y diversas veces, como aquella del juego del ajedrez, que mientras dura el juego cada pieza tiene su particular oficio, y en acabándose el juego todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura.
—Cada día, Sancho —dijo don Quijote—, te vas haciendo menos simple y más discreto. (Quijote, II, 12)
La métáfora que usa Sancho, también muy conocida,
aparece en este emblema de Sebastián de Covarrubias
La publicidad de American Express, al llamarnos a no quedar como extras, afirma todo lo contrario, porque destaca que lo fundamental es no quedar nunca en segundo plano ni dejar que la comedia de esta vida se nos pase sin lograr protagonismo. Y, obviamente, sostiene que aquéllo es lo único que cuenta.
De modo que, de un llamado al reconocimiento de la igualdad de los hombres y al desengaño de lo material, el tópico se convirtió en un alegato sobre el individualismo y el disfrute del aquí y ahora. Del teatro de este mundo que tal vez sea engaño de los sentidos, puesta a prueba y sueño; o tal vez sea la única verdad.