Estos dos sonetos de Lope siempre acuden juntos a la memoria.
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho ofendido receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que el cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor: quien lo probó lo sabe.
Ir y quedarse y con quedar partirse,
partir sin alma, e ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;
arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre tierna arena;
caer del cielo y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;
hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;
creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma y en la vida infierno.
Fascinan en estos versos las apresuradas enumeraciones de estados contrapuestos, paradójicos y contradictorios. Sin duda algo con lo que resulta fácil identificarse.
El lugar común, la senda trillada y la frase hecha, ya sé. Pero nadie podrá negar la vitalidad.
No yo, desde luego, y eso que a Lope le tengo cierta tirria: por apresurado o chulo, precisamente.
ResponderEliminarDicho acatalanadamente: "es de muy buen estar" tu casa (virtual), Julia, si me puedo tomar la libertad de decirlo.
Gracias, Jesús.
ResponderEliminarAdopté la tuya como un lugar de paseo cotidiano (muy placentero y recomendable, por cierto).